De Mujeres sin marido - Ficción, género, cultura Hilia Moreira Quienes pertenecen a una misma sociedad suele usar sus signos sin tener explicación concreta para ellos. La lectura de tales representaciones varía de cultura a cultura. Semejante encanto expresa una antigua intuición, enemiga de la soberbia humana. Sus ideas ejercen un influjo hasta hoy. Pero, en la cultura occidental, prevalece la primera manifestación del pensamiento bíblico. Y, desde diferentes parajes de la tierra, sobre los sueños humanos, se ciernen criaturas híbridas En el desierto del Sahara, los tuareg tienen a Aisa Kandisa, que se les aparece entre las dunas, mitad mujer y mitad cabra. En México, el colibrí tolteca surge del cuerpo del guerrero, tendido en el campo de batalla. Así, en distintas culturas, el pelo surge como frontera indecisa entre la meteorología y la humanidad, entre los animales y las plantas.
Hablando con verdad, tampoco cabían las que estaban dentro si ocupase cada cual el espacio que por derecho natural, el que la naturaleza enseñó a todos los animales, le correspondía. Empero en aquel momento no sólo se infringía este derecho, pero se violaba descaradamente también la ley de impenetrabilidad de los cuerpos. Peregrín Casanova, andoba que hacía viso en la localidad, y que hasta entonces había guardado rigurosamente la ley en todas las solemnidades, lo mismo profanas que religiosas, tenía ahora metidas en los riñones las rodillas de otro bípedo lógico de seis pies de alto, lo cual le producía algunos movimientos convulsivos en el epigastrio y un vivo desasosiego acompañado de sudor copioso. De igual modo otra porción de vecinos respetables experimentaron molestias sin cuento en aquella mañana memorable en que por vez primera cantaba misa un joven de la villa. Como siempre pasa, había bulas para difuntos. El nuevo presbítero era casi un niño por la apariencia: los ojos azules, profundos y tristes, la tez blanca y nacarada como la de una madama, los cabellos rubios, el cuerpo escurrido y esbelto.